Sembramos esperanza a través de nuestros relatos
Por Aída Naxhielly Espíndola de La Sandía Digital
“Similar to a news desert, an information desert refers to a community with limited access to useful information resources on a wider scale (for example, from government agencies or other institutions). We use this term to describe the lack of access to quality information from a variety of sources and the general lack of information infrastructure in certain communities […] While news deserts have an aridness of information, there are still seeds of local journalism to water and propagate: these regions are not isolated but rather interconnected with, and integral to, information ecosystems.”
The Engine Room: Bárbara Paes, Olivia Johnson, and Cristina Veléz Vieira. “Working towards Healthier Information Ecosystems: Collective Visions from Civil Society in Latin America and the Caribbean.” (2024).
En La Sandía Digital creemos en el poder transformador de las narrativas. A estas las entendemos como estructuras de pensamiento que conforman una visión del mundo. Las usamos y alimentamos todo el tiempo cuando contamos historias, cuando comunicamos. Se conforman de los relatos, conceptos, temas y personajes que dan forma a un argumento, a una explicación de la vida.
Las narrativas no se quedan en el ámbito de lo “subjetivo”, es decir, no son únicamente palabras o relatos aislados… Sino que se reflejan en acciones, toma de decisiones, en formas de ser y estar en/con el mundo. Tienen un impacto directo en nuestras vidas y territorios porque hay narrativas que ocupan más espacio que otras, silenciando a su paso otros horizontes. Alimentando, con ello, nociones sobre lo qué es el progreso, el desarrollo, la vida deseable o nuestro propio futuro.
Para robustecer los otros relatos desde la dignidad, desde otros-sentidos fuera de lo hegemónico o desesperanzador, en La Sandía Digital construimos una metodología de trabajo que involucra distintas cosas. Entre ellas, están las conversaciones narrativas para el entretejido de relatos que sean devueltos a las personas. Esto lo realizamos basándonos en la metodología de Prácticas Narrativas que nos invita a atestiguar, preguntar, documentar y vincular.
Procuramos, que en los espacios donde estamos haya oportunidad de activar algo en ese sentido, nos parece relevante contribuir a que las personas, colectividades y comunidades se narren a sí mismas. Y en el encuentro sostenido hace unas semanas en Santiago de Chile, convocado por The Engine Room, hubo un pequeño espacio para esto, el cual tuve la oportunidad de co-construir y co-facilitar con Nathaly Espitia. A partir de un ejercicio de bordado, radio en vivo, de algunas preguntas y diálogo se tejió una reflexión sobre las acciones, esperanzas y sueños que nos convocan en torno a los ecosistemas de información.
Porque, como bien se reitera entre practicantes narrativas: “la manera en la que narramos las historias tiene efectos en la forma en que las habitamos”. Y eso aplica también para quienes trabajamos desde el activismo, la defensa, el acompañamiento, el periodismo, la formación, la producción y tantas otras cosas. También nosotras, nosotres, necesitamos espacios para contarnos, escucharnos y recordarnos lo que hemos logrado y abonado al sueño que perseguimos. Espacios para enunciarnos como lo que buscamos construir para otrxs.
Porque resonar entre compañeras es un acto potente. Esto me volvió a quedar claro en esa sesión de escucha, pues la palabra compartida posibilita intercambios y encuentros en las historias de otras, en las que nos encontramos o vemos reflejadas. Y ello queda manifestado también al entretejer y devolver lo nombrado por todas, desde un lugar de cariño y dignidad.
Estoy segura de que la disputa narrativa es fundamental en la apuesta por restaurar los ecosistemas de información. Después de todo, se busca no sólo nombrar aquello que esperamos transformar, sino también rebatir los discursos de la violencia, el odio, el desprecio y el despojo que se normalizan a base de repeticiones, de relatos que parecen inmutables porque «el mundo es así y ya». Cuestionamos, entonces, la visión de una vida que se nos ha hecho creer como posible de un solo modo.
Así pues, en medio de los llamados desiertos, encontramos, mediante el hilado de otras palabras y relatos colectivos, la posibilidad de ir sembrando esas semillas que retoñarán y darán sus frutos.